Miro por la ventana ese paisaje tan hermoso que parece sacado de un cuento. Valle verde con un riachuelo a lo lejos que es pequeño pero caudaloso.

Para pasar a la otra orilla hay que coger una pequeña balsa de madera y me horroriza ese momento porque cualquier fallo en la balsa te puede hacer zozobrar.
Al otro lado está toda la vida, el amor, la amistad y la gente que no para de vivir y hace lo que siente. Yo sueño con el momento de poder cruzar sin miedo a caer.
Un buen día quien me traía las provisiones enfermó y me vi sola con mis pensamientos inertes y sin víveres, por lo que me desesperé cómo una pantera enjaulada.
A la mañana siguiente recé, me armé de valor y me di cuenta que sólo tenía una solución porque sino me moriría de hambre.
Cogí la balsa y horrorizada me subí a ella pensando ¿qué pasaría si me caía? Después de este pensamiento me di cuenta que si me caía al río nadaría a la otra orilla y si moría en el intento sería mejor que quedarme impávida el resto de mis días. Eso me dió fuerzas y valor para cruzar sin mirar atrás.
Siempre hay un punto de inflexión, un momento en el que estás tan abajo que no tienes otro remedio que salir a flote, pero tu subida aparecerá con una fuerza sublime capaz de salvar cualquier obstáculo. Y eso es lo que te hará invencible.
Me afiancé en la convicción de que cuando la necesidad obliga las fuerzas te vienen solas y que no importa caerte porque siempre te levantas.
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Elena. M§